Mucho antes que en la cultura occidental se incorpore el término
“sustentable”, los aborígenes convivían con su medio en una relación de armonía
sin destruirlo. El respeto a la naturaleza es un valor ético trascendente dentro de todas las concepciones culturales aborígenes. Hoy su lucha consiste en
seguir viviendo de esa manera. Dijo un
aborigen en un foro sobre la tierra:
"Los pueblos originarios somos hijos de la tierra, que para
nosotros es sagrada, por eso afirmamos que no somos dueños de la tierra sino
parte de ella, que no la queremos para explotarla sino para convivir con ella,
para trabajar cuidando la naturaleza con un desarrollo equilibrado para el
bienestar común de la humanidad".
"la violencia ejercida contra los pueblos indígenas, casi siempre
estuvo ligada a la tierra. Sin la garantía de tierra no hay condición alguna de
su sobrevivencia como pueblos y como etnias portadores de culturas
originales".
"El aborigen sin tierra no es aborigen. Para ellos la tierra no es
una simple mercancía o un bien de producción y lucro. Es como su espacio
cultural, el lugar de sus mitos y su historia. Es el hábitat de vida penetrada
de tradiciones y valores. Es el lugar donde reposan sus antepasados. Es la
madre-tierra con quien conviven y mantienen una relación mística y
religiosa".
"Lamentablemente,
han abierto puertas, ventanas y tranqueras para los capitales
trasnacionales en la última vuelta de tuerca de la entrega que produce el
saqueo, la violación y la destrucción del territorio y la vida".
Estas vastas y complejas relaciones explican la
naturaleza ética, espiritual y sagrada del vínculo de los pueblos indígenas con
toda la obra de la creación y, por eso, son inviolables. Así lo han entendido
los pueblos indígenas a través de los siglos.
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